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lunes, 9 de julio de 2007

"Prenda de Lujo"


Autor: "Avalos"; Argentina, segunda mitad del siglo XIX.
Largo del arco: 12,5 cm; Diametro del rodete: 6 cm: Pigüelo: 9 cm.
Largo total: 21 cm; Peso: 1440 gr. cada una.
Plata fundida y cincelada; oro; hierro.

Arco con molduras paralelas en sus extremos, decorado en su centro con una roseta de oro cincelada a flor de agua, presenta punzon del platero, junto al titulo del metal utilizado, remata con motivos simetrico de hojas y un monograma en oro.
Rodete circular de plata, ornamentado en sus borde con hojas y una pequeña guarda aperlada.
Rodajas de acero de doce puas.
Importantes alzaprima de cadena formada por cilindros articulados con prendedura decorada con motivos floral; Bajoempeine de plata, tambien formado por canebones cilindricos, rematado con una hebilla circular que ostenta una delicada roseta de oro, cincelada a flor de agua.



En notas anteriores hemos ido enumerando y publicando distintas pilchas, utilizadas por nuestro gaucho de campaña. Es sabido que estos no usaban sus mejores prendas para el uso diario, es decir para su trabajo a campo abierto y todo aquello que hacia a la marcha de un establecimiento rural. Sus mejores atuendos eran exhibidos solamente en ocaciones especiales; al gaucho siempre lo sedujo el prestigio de poseer un chapeado o apero de montar labrado en plata, un par de finas espuelas, estribos, rastra, rebenque y su infaltable facòn, es por esto que sus ahorros tenian un destino ineludible, las manos de un platero, donde se les daba vida a tan deseadas piezas.

Las fechas en donde el gaucho se vestia para la ocacion, haciendo gala de sus pilchas, eran los domingos, fiestas en la pulperia, fiesta patria, las cuales se fueron acentuando en la tradiciòn gaucha a partir de la segunda Gobernacion de Don Juan Manuel de Rosas. En lo que hace a festividades dentro de la Estancia, sin dudas que la yerra era una de las actividades mas deseadas y esperadas por el gaucho, ya que en la misma a parte de lucir pilchas, se desmostraban verdaderas destrezas ecuestres, con el lazo y demas habilidades en un dia de yerra. Es por esto que hoy trataremos de relatar, las festividades de una yerra, en donde los lectores podran apreciar todo esto que venimos desasnando, en cuanto a lujos, usos y costumbre, de nuestro gaucho.

"Cuando llegan las yerras,

¡Cosa que daba calor!

Tanto gaucho pialador

Y tironeador sin yel

¡Ah, tiempos!... pero si en èl

Se ha visto tanto primor.

Martin Fierro.


Es poco mas de la media noche, del mes de Octubre de 1842, y en la Estancia ya se advierte inusitada actividad, brillan candiles en las habitaciones abiertas, fogones en las playas, patios y bajo los arboles. Se iluminan con dorados reflejos los pajisos aleros de la ranchada y se dibujan la siluetas de hombres y mujeres que pasan por el vano de las puertas o que se interponen frente a la lumbre de las fogatas. En la humeante matera de peones, se halla sentado sobre una calavera de buey el capataz de la Estancia, le forman en espaciosa rueda numerosa gauchos que churrasquean y matean, mientras èl entre un sorbo y otro de su cimarron, los intruye sobre el modo con que han de repuntar el ganado desde los fondos del campo hasta el rodeo cercano, porque ese dia va a comenzar el trabajo de la "yerra". Al cabo de media hora y dejando algunos trocitos de carne en el asador que esta clavado a un lado del fogon, en el que solo quedan mortecinas brasas, aquellos hombres, emponchados, calzados con botas de potro y cuyas cabezas van ceñidas por vinchas o atadas con anchos pañuelos colorados bajo sendos sombreros de altas copas y alas gachas, haciendo sonar las cantarinas rodajas de sus espuelas de plata, comienzan a salir uno a uno hacia el palenque, donde se encuentran los caballos ensillados, cada gaucho desata y monta sin titubear su correspondiente chapeado, sobre sus cabezas brilla un cielo despejado y luciente de estrellas, surcado por el blanquecino rio de la via lactea.

Formado ya los grupos, se acerca el capataz en su moro zarco del lado del lazo, y les indica a cada escuadron (al mismo tiempo que señala el horizonte con el cabo de su arreador) desde donde van a repuntar barriendo el campo; dadas las instrucciones con vos grave, ordena: "vayan marchando y delen trote a la hacienda pa´que sude y acabe de pelechar"; al instante e incando las espuelas sobre sus corceles, junto a un leve azote con sus rebenques de argolla, parten hacia el rumbo establecido, seguidos por algunos perros por debajo de sus estribos campana, galope a galope se pierden en la noche, oyendose a los lejos, solo el grito de algunos terus-terus que dan la nota de alrma, alterando el silencio de la pampa dormida.

Con la claridad de la aurora sobre el campo, pude vislumbrarse por todas partes el lento movimiento de miles de animales que se aproximan, se escuchan silbidos y gritos lejanos de la peonada, el seco ladrido de los perros apurando el ganado, el mugido prolongado y lamentoso de las vacas, el ronco bramar de los toros, el valido de los terneros y de vez en cuando el relincho de los potros. Cuando los primeros rayos del sol asoman en el oriente, cada clase de ganado ocupa ya su correspondiente lugar, a todo esto un centenar de gauchos, tiene todo listo: ensillados sus pingos, han encendido diversos fogones separados, dentro de los cuales chispean los enrrojecidos hierros con que se ha de marcar el ganado, han revisado y preparados sus correspondiente lazos, han cabado una zanja de dos varas de ancho y mas de cien de extencion, construida para bebedero de los animales. El capataz observa todo, mientras da las ultimas indicaciones, quiere que todo este a la perfeccion, antes que llegue el patron para comenzar con la misma.

En la alta loma, junto al rancho principal de la Estancia se observa, un hombre vestido, con rojo chiripa de lana, sujeto por una faja de seda colorada, recubierta a su vez por un cinto de cuero de carpincho, al que rodean las sogas de un par de boleadoras avestruceras pendientes sobre la cadera izquierda, luce ademas una chaqueta corta de bayeta verde, superpuesta a una blusa de raso blanco, pañuelo colorado al cuello, cuchillo cabo federal con vaina al cinto, calzoncillos de blanca tela paraguaya floqueados en los bordes, botas de potro, macizas espuelas de plata con alzaprima y un simple sombrero de lana blanca con alas; acomoda su lazo chileno en el lado derecho del recado, alza su rebenque en la diestra y tomando en su mano izquierda , junto con las riendas, un fleco de los crines, salta con agilidad acrobatica, sin usar los estribos, posandose sobre el cojinillo purpura, de su hermoso bayo de cabos negros, taconea el pingo y marcha al trotecito, junto a la peonada.

Todo esta en condiciones para que comienze el arduo trabajo de la yerra, por lo que el capataz da la señal, al tiempo que se revolean lazos que vivorean por el aire y van a posar con precision matematica sobre la cabeza de los vacunos, para detenerle la marcha, mientras que otro le echan un pial en las patas traseras, seguidamente el novillo se tambalea inestable, estirado por los lazos opuestos, cuando un peon que ha seguido la maniobra, toma por la cola al novillo y de un solo tiron lo derriba, apretandole inmediatamente el pescuezo con la rodilla, mientra lo sujeta por un cuerno con su mano derecha, grita con vos alegre levantando en alto la otra mano: "fierro coloradito para uno que no sabe quien es su patron"; desde uno de los fogones mas cercanos sale un gaucho, con paso presuroso llevando el hierro candente de la marca, llega al novillo y le aplica el circulo de hierro en el anca descubierta, lo afirma unos segundo , dejando su estampa en el cuero del vacuno, quitado los lazos, el animal se levanta y rumbea hacia el campo. Asi continuara la yerra, grupos considerados de gauchos cercan los rodeos, mientras que otro de a pie o desde el caballo enlazan, pialan, voltean y marcan.

Mientras se realizan estos trabajos en los distintos rodeos y el sol va elevandose gradualmente, hacia lo alto del cielo, comienzan aparecer por diversos puntos de la llanura, ya solos, ya acompañados, al galope o al tranco de sus caballos o agrupados en alguna carreta , hombres, mujeres y niño que se acercan y llegan a la Estancia procedentes de apartados puestos de la misma o de establecimientos vecinos. La mayor parte de los visitantes, gauchos, señoras, muchachas y chicos, lucen en sus persona y en los arreos de sus caballos, la mejores pilchas con que han podido engalanarse; algunos gauchos llegan con su compañera en ancas, otros con un niño por delante, todos ostentan el lazo a la derecha del apero y tal cual, conduciendo una guitarra apoyada en el muslo izquierdo o terciada a la espalda. Una gruesa matrona criolla vestida de negro, viene sentada en un hermoso alazan tostado, revestido con un lujoso chapeado; cierta criollita, acaso morocha, pero muy empolvada, en un caballito overo, aperado con sencillez, llama la atencion por su pollera y bata blanca, que constrasta con la negrura de sus cabellos peinados en alto; otra niña igualmente morocha, vestida de color rosa, parece la imagen de la aurora sentada sobre un briso caballo lobuno.

"Sombreros, ponchos de fina trama, chiripaes, plateria con finos y delicados cinceles en las distintas piezas exibidas, pañuelos, batas y polleras dan la notas sensacionales de una improvisada feria de colores, en la que predominan alternativos, los tonos, rojos, verde o azules. Se aproximan tambien, varios carruajes procedente de la ciudad, que traen a distintas personalidades, como el juez de paz y demas funcionarios, comerciantes, etc; invitados para tal ocacion".

Por todo los contornos y bajo los arboles y hasta el patio de caserio, se ve un crecido numero de caballos ensillados, caballos de todo los pelajes: zainos, tordillos, ruanos, bayos, overos, gateados, tobianos, pangaraces, colorados, oscuros y blancos, todos atados por el cabestro o por las riendas, dando la impresion y la prueba mas segura, de la enorme concurrencia que se ha reunido, con animos festivos en el interior de la Estancia.

Hay dos centenares de personas, o a caso mas, distribuidos en los galpones y patios formando pequeños corrillos, en la que alternan con charlas, jaranas y risas que demuestra su extraordinaria animacion. Se han armados fogones en multiples lugares, donde se alzan corderos y costillares de vaca ensartados en negros asadores y en la que chillan o hierven pavas y pavitas que suministran el agua caliente para cebar los distintos mates que circulan activos, de mano en mano y de boca en boca.

En la cocina de la Estancia y frente a dos hornos de barro, casi esfericos, varias negras y chinas cotorrean, se mueven y se agitan, afanadas en la preparacion y cocimiento de un gran amasijo de tortas y en el cuidado de ollas en que hierve una suculenta mazamorra. A todo esto, hace su llegada de los rodeos el anfitrion, quien desciende de su caballo y hace un saludo generalizado a toda la multitud, al tiempo que va agradeciendo la concurrencia; el patron se dirige a un fogon, en el que un gaucho presta lo ultimos cuidados a un cordero, y en el que se han agrupado las personas de mas aparente representacion de todo el concurso; cuando advierte que el asado ha sido clavado aparte de las brazas, invita a los que lo rodean, a que cada cual se sirva un trozo de aquel cordero, "porque esto -les dice- como la marca, solo sirve cuando esta caliente". Uno a uno los invitados, desenvainan sus relucientes cuchillos de plata y cortando y ensartando en ellos, un jugoso pedazo de la dorada carne, comienzan por obsequiar con èl, gentilmente, a alguna de las señoras, muchachas o niñas de la ronda; dicha escena se repite en los demas grupos que hacen rueda en los demas fogones; vienen y van pardas ofreciendo y sirviendo un plato de mazamorra, un trozo de torta o un vaso de vino presentado en sus tiznadas manos, con campesina sencillez.

Hay gauchos, sin embargo que a todo estos alimentos parecen preferir el mate puesto que no lo abandonan un instante entre charlas y cuentos, siguen allegados al fogon, con la pava al alcance de su mano derecha; de vez en cuando se ve un paisano que saca y desarrola su guayaca, para armar un cigarrilo con en el papelito y el tabaco picado que lleva dentro de ella, no sin antes invitar a sus vecinos a servirse de la mism tabaquera. Lo que se cansan de estar entre aquella gente alegre, o no encuentra con quien alternar, se apartan silenciosamente, montan a caballo y se acercan a algunos de los rodeos donde se marca, para prestar alli su colaboracion expontanea en la yerra del ganado.

El sol se inclina hacia el poniente y la estadia sigue en curso, el patron dio la orden de suspender los trabajos para continuarlos al dia siguiente; en la Estancia se habian encendido nuevos fogones, circulaba el mate por todas partes; veiase a un grupo numeroso de hombres, apartados tras un galpon jugando a la taba, otros dialogaban arduamente de diversos temas, y en el patio principal, formando espaciosa rueda, se aprestaban a bailar, tras los acorde de las guitarras, un gato o un cielito apericonado, no falto la figura del zapateo, acentuando el compas de la danza con el chasquido de sus botas y el rin-rin de sus espuelas, que los danzantes ejecutaron con estupenda belleza y destreza.

La hora del atardecer se aproxima, el sol declinaba incendiando el horizonte y dorando con sus ultimos reflejos las copas de los arboles; se sirvio alguna merienda a la concurrencia, que paulatinamente comenzaron a enfilar hacia sus caballos y carruajes para regresar a sus hogares; en cuanto a la peonada, de a poco fueron marchando a descansar, para dormir ya sea a cielo limpio, utilizando sus recados de apoyo y sus ponchos pampas de frazadas, o en los galpones de la Estancia, porque al otro dia debian madrugar y seguir con las tareas, quedan resagados poco gauchos alrededor de una pequeña fogarata, desgustando un tabaco, antes de partir a descabezar un sueño. Sobre la llanura de la estancia, todo se cubrio con las sombras de la noche y volvio a reinar extremada quietud y hondo silencio, todo descansa, esperando a los primeros rayos del sol, que asomen para continuar con el laborio, de algo tan nuestro y tradicional como es la yerra de una Estancia.

Sera hasta la proxima nota, me despido simplemente con un: ¡Adios lector...!