Fue también compañero inseparable del solitario gaucho primitivo en su deambular por llanos y cuchillas, o de los troperos, carreros y soldados de la patria en su igualmente largo vivaquear de pago en pago, o en las sufridas campañas que durante casi un siglo, caracterizaron nuestro devenir histórico.
Su nombre mate es castellanización del vocablo quechua mati que significa literalmente, vaso.
Desde épocas precolombinas los indios guaraníes conocían la yerba mate y le atribuían poderes excitantes y tónicos de carácter mágico, que justificaban con un origen cuasi-divino.
Los recipientes en donde los aborígenes tomaban la infusión, eran los puru y purungu, que se refieren en general a la calabaza, vaciada y desecada donde se colocaba la hierba y se volcaba agua caliente, la que era absorbida mediante un canuto de caña, que actúa además de filtro. El conocimiento del mate lo debieron españoles y portugueses de los indígenas principalmente guaraníes.
Tanto los indígenas, que no la cultivaron, como los primeros colonos, creían que la planta sólo podría reproducirse espontáneamente.
Fueron los Padres Jesuitas, que habían comenzado la evangelización en los siglos XVI y XVII, quienes después de ensayos y estudios, obtuvieron almácigos y plantaciones.
Los misioneros no se habían limitado únicamente a explotar los yerbatales naturales, luego de varios ensayos lograron hacer germinar las semillas y comenzaron el cultivo de los árboles de yerba en grandes plantaciones. Al mismo tiempo fueron ellos los verdaderos pioneros del tratamiento y comercialización de la yerba mate, logrando grandes beneficios materiales y consiguientemente prestigio y valor estratégico en el juego de intereses de las dos potencias coloniales: España y Portugal.
Sobre la yerba mate se basó buena parte del poder temporal de las Misiones; y sobre el poder de las Misiones, particularmente en su aspecto espiritual, se basó el creciente consumo de la yerba mate, siendo la población criolla o gaucha, sus más fieles consumidores, en especial los argentinos, uruguayos, y brasileros de Rió Grande do Sul y Paraná.
Es sabido que el tiempo cambia las cosas, los gustos y apetencias humanas, como así también las costumbres, no ha sido la excepción el mate, en cuanto a su recipiente.
Así además de la típica calabaza o mate propiamente dicho, aparecieron recipientes de madera, de cerámica, los cocobolos verdaderas tazas de influencia afro-asiática introducidos por los jesuitas, de guampa o cuerno, de loza o porcelana, de metales preciosos (especialmente plata), y ya a mediados del siglo XIX, de peltre y de metales blancos. Los motivos y los gustos en la decoración también variaron. A los intrincados motivos geométricos, esquematizaciones de formas animales y humanas de origen incaico, serán sustituidos por motivos florales o frutales y hasta por paisajes. En el Rió de la Plata primó también la decoración gauchesca en los mates de calabaza. Antiguamente sólo se empleaban guardas y guirnaldas, algunas dedicatorias amorosas, unas iniciales, o dos corazones entrelazados. Luego se desarrollaron los temas nativistas: la doma, una yerra, dos criollos mateando, el rancho y el ombú, o aún escenas y divisas de contenido patriótico-político, con vivas y mueras, según la época. Por épocas o por regiones, en forma abundante se reiteran los elementos decorativos zoomorfos: loros, gallos, palomas, serpientes, avestruces, etc. tanto en pequeños elementos decorativos o a veces abarcando la totalidad del recipiente. La influencia de la platería religiosa, principalmente de origen portugués, se hace sentir en el arte criollo, en especial durante el siglo XVIII.. Los primeros plateros llegadas al río de la Plata, lo hicieron, inicialmente como agregados a la Iglesia, para realizar o arreglar los objetos del culto, tradicionalmente de metales preciosos: cálices, lámparas, incensarios, candelabros, etc. Y cómo estos hábiles artesanos no podían vivir exclusivamente de lo que fabricaban para las iglesias, cada vez con mayor frecuencia produjeron útiles domésticos, entre ellos el mate, desde que había pasado a ser elemento imprescindible en toda vajilla hogareña del río de la Plata. Y si bien al principio imitan los modelos incaicos, enseguida comienzan a aparecer mates con decoración rococó, se adaptaron también elementos neoclásicos de origen francés.
Entrado ya el siglo XIX, el mate pie de cáliz era incorporado definitivamente en la sociedad porteña, durante varios años de dicho siglo
Desde 1830 y por dos décadas, Don Juan Manuel de Rosas, ocupa un lugar central en el escenario político de Argentina.
Sus preferencias estéticas fueron adoptadas por el grueso de la población, esto sucedió también en los mates de plata, frecuentes en los salones porteños, que incorporaron elementos románticos dispuestos en el astil, los cincelados se hicieron más profundos y la calabaza se engalanaron con exquisitos detalles de plata y oro. A mediados del siglo XIX, los recipientes adoptaban nuevas formas, como la doble curvatura en su perfil, los gallonados y las asimetrías decorativas.
Nuestro país a logrado cobijar un notable repertorio de tipologías de uso local, verdaderos estilos que se fueron modificando al cabo de casi dos centurias, formas y diseños originales se gestaron en los talleres de platería rural y urbanos, hasta que en buena parte del siglo XX, solo hallamos una reiteración de las viejas formulas estéticas.
Argentina, segundo cuarto del siglo XIX. Anónimo.
Alto: 18,5 cm; ancho máximo: 7 cm; peso con bombilla: 238 gr.
Largo de la bombilla: 20 cm.
Plata labrada, repujada, fundida y cincelada; calabaza.
Calabaza ovoide, con monturas que se adapta a la convexidad de la misma; formado por tres partes, la superior totalmente cubierta con una ornamentación vegetal, rematada con un corto cuello liso, repitiéndose los mismos motivos de cincel en la inferior, a la cual se unen tres patas curvas formadas por roleos vegetales y unidas por un anillo con pequeña guarda de perlas.El correspondiente mate perteneció a Marcelino, Tulian Villafañe, cacique Ranquel.
Argentina, fines del siglo XIX. Anónimo.
Alto: 12 cm; ancho máximo: 6 cm; peso con bombilla: 182 gr.
Largo de la bombilla: 19 cm.
Plata repujada, fundida y cincelada.
Recipiente globular dividido en su parte media por una banda o faja cincelada en sus contornos; ornamentación vegetal simétrica, sobre fondo texturado, repetida en la zona superior e inferior. Cuello convexo liso.
Las tres patas que soportan la vasija son curvas formadas por roleos vegetales unidas por un anillo interior liso.
El MATE DE LOZA
Los mates de porcelana comenzaron a importarse regularmente a partir de 1880, logrando gran difusión en el ámbito del Rió de la Plata.
Aunque de menor importancia y lujo que la orfebrería y en un ámbito mas limitado, este tipo de piezas también ocupo un lugar en la tradición del mate.
Por tradición oral se dice que los mates de porcelana eran objeto de uso femenino y que estaban reservado para el mate dulce o al de café, y muy particularmente, al mate de leche, es decir, el mate dulce cebado con leche caliente en vez de agua.
Casi todos lo mates de porcelana registrados en Bs. As, Córdoba, Rosario y Uruguay carecen de marca de fabrica, en cuanto a su origen la mayoría fueron de Alemania, aunque se conocen algunos Checoslovacos, Ingleses y Franceses.
Hacia fines del siglo XIX y durante la primera mitad del siguiente comenzaron a llegar piezas de porcelanas producidas por la industria artesanal alemana, entre los que estaban sellados son frecuentes las inscripciones Germany o Made in Germany.
La palabra amor que las toscas manos del paisano grababan en continuo en las lustrosas calabazas, aparecen ahora bordadas en oro sobre el blanco satinado de la porcelana, junto a las palabras amistad, fidelidad, felicidad, Recuerdo y No me olvides, escrito tanto en el recipiente como en la base.
Los mates de porcelana suelen presentar forma de calabaza, con o sin pie y de jarro o taza, a veces unido al plato. Los más comunes son los recipientes ovoides o esféricos sobre un pie de columna estriada, generalmente engrosada en una bomba central que termina en una base acampanada y diferentes soluciones decorativas aplicada sobre el recipiente, la base sobria a lo sumo lleva una leyenda en oro.
Las grandes variaciones aparecen en los astiles, como los mates con “amorcillos” con alas, en cuclillas y con sus manos en la cabeza, o grandes “àngeles” barrocos, un mate muy raro, es aquel que tiene como astil a un elefante, dificil de encontarselo debido a que ingresaron muy poca cantidad de piezas, en comparacion con los demas, su origen era Checoslovaco.
Pero la pieza más excepcional y con una iconografía vinculada con la historia de la región corresponde a la serie de los “Mates del Centenario” o de la “Republica” encargados a la fabrica alemana en 1910, para celebrar el Centenario Argentino.
Figura de la Republica y Escudo Nacional en sus astiles.
Procedencia Alemania, hacia 1910.
Clikee en las fotos para ampliarlas
-Pilchas Criollas, Fernando O. Assuncao (1975)
-El Mate, arte y tradición - Eguiguren & Vega.